jueves, 11 de diciembre de 2008
lunes, 24 de noviembre de 2008
VAMPIROS, VAQUEROS, BORRACHOS, POETAS
Hay que trasladar la poesía
de los salones mustios
a la maquinación del caos
de los salones mustios
a la maquinación del caos
El jueves 30 de noviembre, una noche antes de halloween, nos reunimos en UN La Librería para presentar la publicación virtual UN LIBRO DE VAMPIROS tal como fue anunciado, en el marco del malogrado y mal llamado evento literario Máscara contra Máscara. Tuve el gusto de actuar como el vaquero solitario, aunque en compañía del autor de ese poema trágico sobre los upiros, Rafael Serrano; de Larry Mejía, casualmente ubicado tras una panatalla de televisón (símbolo de antaño) y de Willmer Echeverry, los cuatro leyendo nuestros versos, con la complicidad del pianista Fabián Fernández que embelleció nuestras palabras con precisas y preciosas notas provenientes del teclado que acariciaba con sus dedos.
La asistencia superó mis siempre pésimistas expectativas; si bien el auditorio es pequeño, estaba abarrotado. Obsequiamos a la concurrencia con poesía, carteles, vino y una velada que muchos, según comentaron, disfrutaron.
Luego fuimos a celebrar de la mejor manera que sabemos hacerlo: bebiendo hasta estar borrachos.
DE LA ESCLAVITUD A LA OBLITERACIÓN
o
LA PORTADA DEL DISCO DE BLACK SABBATH
o
LA PORTADA DEL DISCO DE BLACK SABBATH
Para mí este Libro de Vampiros es un relato entrañable, tanto por los afectos que comprende como porque va directo a las entrañas; a propósito, me resulta estimulante leer sobre las hembras que parece que pusieran el pulso virgen de sus venas en el oído de Naël Bröck... protagonista de este relato lúcido de una historia delirante sobre lo falso que parece cierto y las certezas que se tornan imprecisas, vagas, nebulosas...
Se trata de un upiro que se acerca sin sigilo, vacilante, sibilante, acezante, quien igual a los murciélagos –mariposas roedoras– o la ola marina, entre más se conjure con mayor fuerza se precipita indigesto pero insaciable de sangres de doncellas perturbadoras del sueño inverso del noctámbulo con plegarias a las que él responde como un filósofo de tocador o un maestro de la escuela del libertinaje. Incluso da consejo a una muchacha para que no se una a esa extirpe maldita y cautivadora a la que inevitablemente ella pertenece(rá). Y es esta chica, una Mina Murray, mujer que surge –bendita– como una luz que amenaza con seducir y destruir al vampiro. O aquella que como Elizabeth Stride descubre el placer de la víctima y, al contrario de sirenas y Odiseo, es ella quien escucha el suave canto de la muerte que la guerra trae...
Se presenta al lector en este drama menor -lo digo pensando más en escala musical que en términos dramaturgicos- el vampiro con sus malas mañas, su dudosa conducta y su vida licenciosa (lo que todo buen hombre quisiera tener), que masculla en su foso, enterrado bajo palabras; pasa como un soplo nocturno y se funde con la casa (que se presiente pálida y ruinosa, como la de la portada del disco de Black Sabbath); nos pinta su sombra que doblega otras sombras y su reflejo al que rehuyen los espejos; nos retrata un ser consagrado a la pasión del sufrimiento propio y ajeno, capaz de convocar pestes, almas muertas, noches negras y mundos posibles; que es en sí la suma de una fauna fantástica de bestias y bichos que pululan, se crispan, laten, degluyen y regurgitan y son el otro mundo; primo de la araña es, pariente de la pulga, esa otra criatura succionadora de sangre.
Hay otras presencias, al lado de la sombra del vampiro, lo advierto en esa voz que con entusiasmo de una oscura secta resuelve clonar al demonio y aguardar el regreso de la bestia. Y está por allí Glaslow, el herrero quien podría ser el tipógrafo que acuña las letras con las cuales se escriben los hados.
La oscuridad y su presencia, la penumbra y su sugerencia, la tormenta y sus misterios, la noche y sus miedos cabalgan carcajeantes por el paisaje lóbrego e impreciso que como un ser inmortal atraviesa el tiempo y resulta sobrecogedor. Leo y encarno como Max Schreck, Bela Lugosi o Christopher Lee al vampiro y navego hacia la isla de los muertos de Arnold Böcklin pero nunca llego. Se me ocurre una pregunta: ¿No será el ataúd una suerte de canoa que ningún Caronte conduce? Y como cualquier upiro callejero transito la rutina y el tedio, fábrica de muerte de los días. Y es fácil, es fácil ser vampiro. Es terrible y es hermoso.
Finalmente este Libro de Vampiros es como el reflejo del vampiro en el espejo: no existe, pero su presencia se siente y basta invocarlo para que comience su vida eterna. Es además una historia que transcurre desde la esclavitud hasta la obliteración y está aquí presente la belleza de la muerte: lo plácido en lo mórbido. Este libro era la vida que no acaba y se hacía necesario clavarle la estaca. Sus versos serán ceniza, mas tendrá sentido. Y así como no habrá funeral para el vampiro, a partir de esta noche la sombra de este libro perseguirá a su autor que a veces sí y a veces no aparece en las fotos.
Se trata de un upiro que se acerca sin sigilo, vacilante, sibilante, acezante, quien igual a los murciélagos –mariposas roedoras– o la ola marina, entre más se conjure con mayor fuerza se precipita indigesto pero insaciable de sangres de doncellas perturbadoras del sueño inverso del noctámbulo con plegarias a las que él responde como un filósofo de tocador o un maestro de la escuela del libertinaje. Incluso da consejo a una muchacha para que no se una a esa extirpe maldita y cautivadora a la que inevitablemente ella pertenece(rá). Y es esta chica, una Mina Murray, mujer que surge –bendita– como una luz que amenaza con seducir y destruir al vampiro. O aquella que como Elizabeth Stride descubre el placer de la víctima y, al contrario de sirenas y Odiseo, es ella quien escucha el suave canto de la muerte que la guerra trae...
Se presenta al lector en este drama menor -lo digo pensando más en escala musical que en términos dramaturgicos- el vampiro con sus malas mañas, su dudosa conducta y su vida licenciosa (lo que todo buen hombre quisiera tener), que masculla en su foso, enterrado bajo palabras; pasa como un soplo nocturno y se funde con la casa (que se presiente pálida y ruinosa, como la de la portada del disco de Black Sabbath); nos pinta su sombra que doblega otras sombras y su reflejo al que rehuyen los espejos; nos retrata un ser consagrado a la pasión del sufrimiento propio y ajeno, capaz de convocar pestes, almas muertas, noches negras y mundos posibles; que es en sí la suma de una fauna fantástica de bestias y bichos que pululan, se crispan, laten, degluyen y regurgitan y son el otro mundo; primo de la araña es, pariente de la pulga, esa otra criatura succionadora de sangre.
Hay otras presencias, al lado de la sombra del vampiro, lo advierto en esa voz que con entusiasmo de una oscura secta resuelve clonar al demonio y aguardar el regreso de la bestia. Y está por allí Glaslow, el herrero quien podría ser el tipógrafo que acuña las letras con las cuales se escriben los hados.
La oscuridad y su presencia, la penumbra y su sugerencia, la tormenta y sus misterios, la noche y sus miedos cabalgan carcajeantes por el paisaje lóbrego e impreciso que como un ser inmortal atraviesa el tiempo y resulta sobrecogedor. Leo y encarno como Max Schreck, Bela Lugosi o Christopher Lee al vampiro y navego hacia la isla de los muertos de Arnold Böcklin pero nunca llego. Se me ocurre una pregunta: ¿No será el ataúd una suerte de canoa que ningún Caronte conduce? Y como cualquier upiro callejero transito la rutina y el tedio, fábrica de muerte de los días. Y es fácil, es fácil ser vampiro. Es terrible y es hermoso.
Finalmente este Libro de Vampiros es como el reflejo del vampiro en el espejo: no existe, pero su presencia se siente y basta invocarlo para que comience su vida eterna. Es además una historia que transcurre desde la esclavitud hasta la obliteración y está aquí presente la belleza de la muerte: lo plácido en lo mórbido. Este libro era la vida que no acaba y se hacía necesario clavarle la estaca. Sus versos serán ceniza, mas tendrá sentido. Y así como no habrá funeral para el vampiro, a partir de esta noche la sombra de este libro perseguirá a su autor que a veces sí y a veces no aparece en las fotos.
pablo estrada
martes, 1 de abril de 2008
A ellos los encuentran en vidrieras,
a nosotros, frente a ellas, tratando de romperlas.
R.S.
El miércoles 13 de febrero de 2008, en el Café Libro De Sobremesa dirigido por Magil, el ya legendario autor de la novela Conciertos del desconcierto, los negacionistas y un par de colegas: Rafael Serrano y Willmer Echeverry –como dice uno de ellos en su blog– “nos reunimos […] ingenuamente, a esperar el público que previamente habíamos convocado sin afanes, entre amigos” y que jamás llegó. Afortunadamente para nosotros, otro par de camaradas y un pequeño grupo de estudiantes de la Universidad Distrital estuvieron presentes. Para mayor afrenta, a poca distancia, en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, la otra cara de la moneda brillaba en medio de su opacidad inherente: la institucionalidad de nuevo daba el espaldarazo a la literatura que no lo necesita, para congraciarse con la Unesco que gentilmente otorgó a nuestra iletrada Bogotá el ostentoso e inmerecido título de capital mundial del libro, esta vez reuniendo a quizá las más rutilantes estrellas pop de la poesía nacional: el amplío –en términos geométricos– Juan Gustavo Cobo Borda, el funesto Darío Jaramillo Agudelo, el “comprometido” (con su propio prestigio) Ramón Cote Baraibar y el vate de bates Juan Manuel Roca.
«De qué nos sirve la vida si cuando la tenemos nos parece muerta.
La vida es para vibrar, para sentirla,
solo así se justifica nuestro paso por esta Tierra.»
Jaime Pardo Leal
La vida es para vibrar, para sentirla,
solo así se justifica nuestro paso por esta Tierra.»
Jaime Pardo Leal
Para evitar el esfuerzo de criticar e interpretar la poesía de Echeverry quien con cierta amarga nostalgia confesó llevar más de 10 años sin leer en público luego de un malogrado recital al que nadie asistió por razones que podríamos llamar típicamente nacionales: el asesinato de un político de izquierda, candidato presidencial por ese entonces, citaremos nuevamente a Serrano, quien menciona el carácter enigmático y a la vez pictórico de sus poemas, “son cuadros para armar mientras se degustan”, afirma; “es poesía de acción, de símbolos, llena de color y enigma”, concluye. Y sobre el autor y amigo comenta que durante esas dos décadas “en el ostracismo, en la meditación, en el auto-exilio” se ha dedicado a escribir 7 poemarios hasta ahora inéditos, “de tan buena factura, que cualquiera caería de la silla”… y es “poeta de la imagen, un pintor que ríe […] de los horrores” y paradójicamente omite las sabias palabras de aquel mártir de causa perdida que impidió con su sacrificio que la gente asistiera a aquella lectura del 87 y que dan sentido a su ausencia de los estrados literarios que otros incautamente reclamamos con vehemencia.
viernes, 28 de marzo de 2008
Willmer Echeverry
MANIFIESTO POÉTICO 1996
MANIFIESTO POÉTICO 1996
– Somos el resultado de la violencia.
– Nuestros orígenes no se pueden basar en el acto de la venganza.
– Nos reconocemos como seres de límites.
– La historia es un hecho poético.
– Ante la sospecha de que todos seamos sospechosos de intereses particulares, se decretan los actos individuales, libres.
– El arte es una carta abierta a la arbitrariedad.
– La palabra debe ser verbo, el movimiento es conocimiento.
– El arte es el alma de un pueblo, su negación es generadora de violencia.
– La verdad se oculta en nuestros orígenes y es en el camino de la experiencia diaria donde se encuentra su desarrollo.
– Al aceptarnos como seres en estado de contradicción continua, se perdona a aquellos que se refugian en ideas para el no compromiso.
– La ignorancia es la amiga de la quietud.
– La historia es un presente continuo.
– Sólo se es participe de la historia viviendo el presente.
– El pasado es el poema que nunca escribimos, el futuro la palabra no encontrada.
– Quedarse en intereses particulares es desear la desaparición del otro.
– Es obligación decir la verdad en el arte. Los valores como el conocimiento no son algo que solamente se lea en los libros. Es algo que se vive todos los días.
– Cada ser humano es el centro y medida de su belleza. Se decreta el fin del academicismo como medida absoluta. La academia es un lugar posibilitado de ritmos, no un patrón de medida.
– Debemos ser capaces de convertir nuestras maldiciones en bendiciones.
– Ante la poética sólo nos queda la experiencia personal.
– Nuestros orígenes no se pueden basar en el acto de la venganza.
– Nos reconocemos como seres de límites.
– La historia es un hecho poético.
– Ante la sospecha de que todos seamos sospechosos de intereses particulares, se decretan los actos individuales, libres.
– El arte es una carta abierta a la arbitrariedad.
– La palabra debe ser verbo, el movimiento es conocimiento.
– El arte es el alma de un pueblo, su negación es generadora de violencia.
– La verdad se oculta en nuestros orígenes y es en el camino de la experiencia diaria donde se encuentra su desarrollo.
– Al aceptarnos como seres en estado de contradicción continua, se perdona a aquellos que se refugian en ideas para el no compromiso.
– La ignorancia es la amiga de la quietud.
– La historia es un presente continuo.
– Sólo se es participe de la historia viviendo el presente.
– El pasado es el poema que nunca escribimos, el futuro la palabra no encontrada.
– Quedarse en intereses particulares es desear la desaparición del otro.
– Es obligación decir la verdad en el arte. Los valores como el conocimiento no son algo que solamente se lea en los libros. Es algo que se vive todos los días.
– Cada ser humano es el centro y medida de su belleza. Se decreta el fin del academicismo como medida absoluta. La academia es un lugar posibilitado de ritmos, no un patrón de medida.
– Debemos ser capaces de convertir nuestras maldiciones en bendiciones.
– Ante la poética sólo nos queda la experiencia personal.
Desquicio 2007
El presente trabajo corresponde a los “Ejercicios para dibujantes” que se usan en las clases de artes, para los estudiantes de artes y como una forma diferente de pensar la palabra en la poesía.
– Una persona que observamos en un televisor.
– Algo construido a partir de la luz.
– Algo que pueda desaparecer en el tiempo.
– El cielo de un país diferente.
– Un rayo de luz que entra por la ventana.
– El reflejo de la luz en un espejo.
– Un rayo de luz que golpea una fruta.
– Una historia en cinco tiempos diferentes.
– De lo que pasó el día de ayer.
– Cosas que puedan pasar en el futuro.
– Cinco formas de la luz al amanecer.
– Cinco formas de irse la luz en el atardecer.
– El no dibujo.
– ¿Qué hacen cuando no tienen nada que hacer?
– ¿Sobre qué pensamiento pueden caminar?
– Algo construido a partir de la luz.
– Algo que pueda desaparecer en el tiempo.
– El cielo de un país diferente.
– Un rayo de luz que entra por la ventana.
– El reflejo de la luz en un espejo.
– Un rayo de luz que golpea una fruta.
– Una historia en cinco tiempos diferentes.
– De lo que pasó el día de ayer.
– Cosas que puedan pasar en el futuro.
– Cinco formas de la luz al amanecer.
– Cinco formas de irse la luz en el atardecer.
– El no dibujo.
– ¿Qué hacen cuando no tienen nada que hacer?
– ¿Sobre qué pensamiento pueden caminar?
***
CITA CON UNA DAMA o LA SIGUIENTE JUGADA DE DIOS
Pasé gran parte de la semana rodando por las carreteras. De nuevo, trabajaba para mi padre. Al sexto día de trayecto me encontraba en Bogotá, haciendo lo mismo que he estado durante años. Madrugar, conducir, pensar, desvelarme, joderme la cintura y los riñones, esperar a que las horas pasen para llegar a un destino –el cual, básicamente era ningún lugar– y entretanto seguir pensando.
Una vez en la ciudad capital fui a un lugar al que usualmente frecuentaba para revisar mi correo electrónico. Sólo por matar el tiempo. Trabaja en él una chica bastante simpática. Saludó, jovial, radiante, feliz. Me alegré por ella. A veces, o por lo general siento envidia de la gente feliz, porque no logro comprender dónde o en qué reside su felicidad. Quizá sea algo auto-impuesto y por ende, evidente. Pero en este caso aquella chica emanaba naturalidad. Entonces, cuando logras percibir eso de alguien, no tienes más que sentirte bien. Además, al despedirse soltó un beso al aire. Casi no lo pude creer. Era más de lo podía esperarse. Hacía nueve meses no tenía un contacto tan cercano con una mujer que no fuese mi madre o mi hermana. Me seguían agradando las mujeres, pero no quería pasar por el abandono y la pena de nuevo. Mi chica se había ido, no porque fuera una mala mujer. Se había ido porque el destino se empeñaba en tocarme los cojones y Dios no estaba por ninguna parte. Teóricamente asumo que Dios me dio un fabuloso helado de vainilla y seguidamente lanzó sobre mí una horrible y tempestuosa ventisca, que hizo que este se cayera en un montón de arena desierta. Y no conforme con ello, nubló mis ojos de gránulos secos y penetrantes. Un minuto de esperanza por cada dos o tres eternidades de desdicha. Más otras cuatro o seis planteándote la cuestión fundamental: ¿Dios, qué coño te pasa?
A la mañana siguiente emprendí de nuevo la marcha, intentado dormir un poco, a la espera de mi turno al volante. Y como insisto, Dios no aparecía. Ni siquiera de madrugada. Ni madrugándole. Así que a las cuatro de la mañana mi padre encendía la radio para escuchar las noticias. Una mierda reiterada que no hacía más que repetirse, hora, tras hora, principalmente porque, si dejabas de prestar atención a toda aquella logorrea, comprendías que usualmente a las cuatro de la mañana no pasa nada del otro mundo. Ni a las cuatro de la tarde ni ayer ni nunca. Pero existe esa necesidad de HABLAR de lo que ocurre, de tener la certeza de informar, de estar informado. Estar informado en un país tercermundista en el cual –entre otras barbaries– todavía se apela a la circunscripción de la iglesia católica hasta para tirarse un pedo, no significa otra cosa más que estar jodidamente sometido por unos gobernantes que hacen uso de sus propios medios para alimentar sus propios egos y hacerte creer lo bueno que han sido, son y serán contigo como ciudadano. Y una mierda.
Y como la vida es cruel, sobretodo en la mañana, una vez escuchado el sagrado cacareo de todos estos hijos de puta, mi padre enciende la tele portátil del auto. La misa del padre Chucho. Maldita sea. Padre Chucho, mis bolas. Y Jota Mario. Nadie imagina cuánto daño provoca ver, o escuchar estas atrocidades. No han pasado tres horas y es para darse por vencido. Oh, Dios de los cielos, algún día de estos te escribiré:
Una vez en la ciudad capital fui a un lugar al que usualmente frecuentaba para revisar mi correo electrónico. Sólo por matar el tiempo. Trabaja en él una chica bastante simpática. Saludó, jovial, radiante, feliz. Me alegré por ella. A veces, o por lo general siento envidia de la gente feliz, porque no logro comprender dónde o en qué reside su felicidad. Quizá sea algo auto-impuesto y por ende, evidente. Pero en este caso aquella chica emanaba naturalidad. Entonces, cuando logras percibir eso de alguien, no tienes más que sentirte bien. Además, al despedirse soltó un beso al aire. Casi no lo pude creer. Era más de lo podía esperarse. Hacía nueve meses no tenía un contacto tan cercano con una mujer que no fuese mi madre o mi hermana. Me seguían agradando las mujeres, pero no quería pasar por el abandono y la pena de nuevo. Mi chica se había ido, no porque fuera una mala mujer. Se había ido porque el destino se empeñaba en tocarme los cojones y Dios no estaba por ninguna parte. Teóricamente asumo que Dios me dio un fabuloso helado de vainilla y seguidamente lanzó sobre mí una horrible y tempestuosa ventisca, que hizo que este se cayera en un montón de arena desierta. Y no conforme con ello, nubló mis ojos de gránulos secos y penetrantes. Un minuto de esperanza por cada dos o tres eternidades de desdicha. Más otras cuatro o seis planteándote la cuestión fundamental: ¿Dios, qué coño te pasa?
A la mañana siguiente emprendí de nuevo la marcha, intentado dormir un poco, a la espera de mi turno al volante. Y como insisto, Dios no aparecía. Ni siquiera de madrugada. Ni madrugándole. Así que a las cuatro de la mañana mi padre encendía la radio para escuchar las noticias. Una mierda reiterada que no hacía más que repetirse, hora, tras hora, principalmente porque, si dejabas de prestar atención a toda aquella logorrea, comprendías que usualmente a las cuatro de la mañana no pasa nada del otro mundo. Ni a las cuatro de la tarde ni ayer ni nunca. Pero existe esa necesidad de HABLAR de lo que ocurre, de tener la certeza de informar, de estar informado. Estar informado en un país tercermundista en el cual –entre otras barbaries– todavía se apela a la circunscripción de la iglesia católica hasta para tirarse un pedo, no significa otra cosa más que estar jodidamente sometido por unos gobernantes que hacen uso de sus propios medios para alimentar sus propios egos y hacerte creer lo bueno que han sido, son y serán contigo como ciudadano. Y una mierda.
Y como la vida es cruel, sobretodo en la mañana, una vez escuchado el sagrado cacareo de todos estos hijos de puta, mi padre enciende la tele portátil del auto. La misa del padre Chucho. Maldita sea. Padre Chucho, mis bolas. Y Jota Mario. Nadie imagina cuánto daño provoca ver, o escuchar estas atrocidades. No han pasado tres horas y es para darse por vencido. Oh, Dios de los cielos, algún día de estos te escribiré:
Querido Dios.
Sé perfectamente que no me quieres. Eso implica que no te importo.
Está bien, no te culpo por ello. Pero si no me quieres, ¿porqué no paras de joderme?...
Tuyo, hasta la eternidad
John B.
Por supuesto, desperté malhumorado y maltrecho. Con una erección notoria y vergonzosa. Quizá mi padre pensaría que mis sueños eran verdaderas antologías pornográficas. Pero nada había de sexual en mis sueños. Tan sólo cientos y cientos de pasajes angustiosos. Una casa fría y desolada. Lágrimas en un cuarto húmedo, contemplando un triciclo oxidado. Pesadillas que me recordaban aquella prolongada y estéril infancia. La finca de mis abuelos, en la que pasaba un mes de vacaciones escolares enfermo de fiebre y picaduras de bichos, y chamanes rezándome las bolas, quienes usualmente se inflamaban. Y toda la familia observándome allí, desnudo, incapaz de hacer cualquier cosa. Y mis primos burlándose de mis bolas enfermas… en fin. Dios se aparecía en mis sueños, diciendo: “Oye, mira: estoy aquí”.
Volviendo a lo de la erección, era más bien un asunto de la biología matutina. En todo caso llevaba nueve meses sin echar un polvo. No estaba dentro de mis planes. No obstante, en ciertas ocasiones sentía una vaga sensación de deseo. Entonces me resolví. Al llegar a Medellín comenté acerca de ello con un taxista.
–¿Nueve meses? ¡Dios santo! –dijo.
Con frecuencia se menciona a Dios en estos casos.
–Conozco a una dama. –dijo. Tiene dos hijos, y esposo, pero necesita el dinero. Sabe atender bien a sus clientes. Es algo baja de estatura pero está bien conservadita…
Me dio un número. Su nombre es Dayanna. Se me ocurrió sospechoso aquel nombre. Lo hacía por quince billetes, según el taxista. Otro dato sospechoso. Abandoné la idea de Dayanna y mis quince de mil.
Al llegar a casa –en un tercer piso– instalé una línea de Internet proveniente del primero. Un servicio compartido. Fácil. Si el tipo del primero se encontraba en casa, nada qué hacer. Y si no estaba, podía conectarme. El tipo tenía un trabajo y estudiaba y yo tenía un trabajo ciertamente ocasional y no estudiaba. Permanecía semanas enteras encerrado en mi cuarto, pensando, esperando, masturbándome la conciencia. Por lo pronto no había nada afuera que me resultara agradable. Había enloquecido meses atrás y posteriormente había caído en la mar de la depresión. Ahora sólo me quedaba contemplar a lo lejos mi helado de vainilla derritiéndose bajo el sol canicular. Y qué coño. A Dios se le hace divertido. Quizás hablaba de ello mientras bebía, o hacía milagros o se rascaba el culo. Al respecto tendré que escribirle otra carta:
Volviendo a lo de la erección, era más bien un asunto de la biología matutina. En todo caso llevaba nueve meses sin echar un polvo. No estaba dentro de mis planes. No obstante, en ciertas ocasiones sentía una vaga sensación de deseo. Entonces me resolví. Al llegar a Medellín comenté acerca de ello con un taxista.
–¿Nueve meses? ¡Dios santo! –dijo.
Con frecuencia se menciona a Dios en estos casos.
–Conozco a una dama. –dijo. Tiene dos hijos, y esposo, pero necesita el dinero. Sabe atender bien a sus clientes. Es algo baja de estatura pero está bien conservadita…
Me dio un número. Su nombre es Dayanna. Se me ocurrió sospechoso aquel nombre. Lo hacía por quince billetes, según el taxista. Otro dato sospechoso. Abandoné la idea de Dayanna y mis quince de mil.
Al llegar a casa –en un tercer piso– instalé una línea de Internet proveniente del primero. Un servicio compartido. Fácil. Si el tipo del primero se encontraba en casa, nada qué hacer. Y si no estaba, podía conectarme. El tipo tenía un trabajo y estudiaba y yo tenía un trabajo ciertamente ocasional y no estudiaba. Permanecía semanas enteras encerrado en mi cuarto, pensando, esperando, masturbándome la conciencia. Por lo pronto no había nada afuera que me resultara agradable. Había enloquecido meses atrás y posteriormente había caído en la mar de la depresión. Ahora sólo me quedaba contemplar a lo lejos mi helado de vainilla derritiéndose bajo el sol canicular. Y qué coño. A Dios se le hace divertido. Quizás hablaba de ello mientras bebía, o hacía milagros o se rascaba el culo. Al respecto tendré que escribirle otra carta:
Querido Dios
He visto al Diablo. Se me apareció en una película de abogados. Su nombre es Al Pacino.
Es un hombre fabuloso. Por mucho, mejor que tu padre Chucho.
Ojalá y el buen demonio no se enoje conmigo por tan humillante comparación.
ahora dime: ¿Qué vas a hacer? Sé que eres bueno con eso de las enfermedades.
¿Qué tal un cáncer? Bien, piénsalo. El tiempo pasa. Quédate con tu helado.
Hasta pronto. Por cierto, no te vueles los sesos.
PD: Hazle un favor a nuestro presidente: Unas cuantas lecciones de pronunciación.
A nadie le viene mal aprender a hablar.
Tras algunas horas de vagar por la red encontré a la chica adecuada. Preparé un café, tomé un baño concienzudo y escuché algo de música. Me afeité y me corté el pelo. En cierto modo estaba entusiasmado con la idea de mi chica de setenta y cinco minutos y tarifa estándar. Tuve tiempo de ojear un libro de Fernando González. Bajé al centro y compré un porro, al que le di un par de caladas. No podía fumar más. Mi salud no lo permitía. Más bien Dios no lo permitía. Pero el ser humano necesita alejarse un poco de la sobria realidad. De lo contrario sería imposible levantarse cada mañana. Y la gente sobria necesita de nosotros, los desesperados, los desarraigados, los idiotas idealistas, los inadaptados. Funciona para negar sus propias desgracias y sustentar su lucidez. Aún así, es una pena que la mayoría ni siquiera pueda enloquecer.
Mi chica se hizo esperar. Es así como actúan las mujeres. Aún habiendo dinero de por medio y se hacen de rogar. Una verdadera dama. Entré a esperarla en un bar mientras bebía una cerveza. Tampoco podía beber. Según el psiquiatra mis expectativas con el alcohol y las drogas deberían irse a la mierda: Media copa de vino –o en su defecto una cerveza– y un porro al mes, toda vez que me recupere. Y tras un año la recuperación no llegaba. Bien, otro de los chistecitos del todopoderoso…
Aquel bar me resultaba familiar. Recordé a un par de chicas con las que bebía ríos enteros de cerveza. A las dos las amaba, en cierto modo porque estaban fuera de sí. También recordé a mi chica, con la que bebía vino en el bar de enseguida. Aquellas mujeres fueron lo mejor de la vida. Pero nada de ello había en el presente. Tan solo un par de sillas desocupadas y distantes, y una grotesca melancolía por los “viejos tiempos”. Lo que quiere decir que te sientes envejecido y apaleado. Quise llorar un poco pero las lágrimas no aparecieron. Y salí en busca de mi polvo de las siete cuarenta de la noche.
Se trataba de una morena de lo más completo. El bisturí cumplió con su tarea. Y ella cumplió con la suya. Pero todo era muy diferente. Llevaba en el alma la memoria de aquel cuerpo que tanto amaba. Y era difícil de olvidar. La cosa duró unos cuarenta minutos. Tal vez el masaje que precedió la faena fue lo que valió realmente la pena. Por primera vez en mucho tiempo me sentí desagobiado.
Nos despedimos con besos y abrazos. Cené en un cochambroso restaurante y me fui a casa, a esperar la siguiente jugada de Dios.
Y mi respectiva respuesta.
Mi chica se hizo esperar. Es así como actúan las mujeres. Aún habiendo dinero de por medio y se hacen de rogar. Una verdadera dama. Entré a esperarla en un bar mientras bebía una cerveza. Tampoco podía beber. Según el psiquiatra mis expectativas con el alcohol y las drogas deberían irse a la mierda: Media copa de vino –o en su defecto una cerveza– y un porro al mes, toda vez que me recupere. Y tras un año la recuperación no llegaba. Bien, otro de los chistecitos del todopoderoso…
Aquel bar me resultaba familiar. Recordé a un par de chicas con las que bebía ríos enteros de cerveza. A las dos las amaba, en cierto modo porque estaban fuera de sí. También recordé a mi chica, con la que bebía vino en el bar de enseguida. Aquellas mujeres fueron lo mejor de la vida. Pero nada de ello había en el presente. Tan solo un par de sillas desocupadas y distantes, y una grotesca melancolía por los “viejos tiempos”. Lo que quiere decir que te sientes envejecido y apaleado. Quise llorar un poco pero las lágrimas no aparecieron. Y salí en busca de mi polvo de las siete cuarenta de la noche.
Se trataba de una morena de lo más completo. El bisturí cumplió con su tarea. Y ella cumplió con la suya. Pero todo era muy diferente. Llevaba en el alma la memoria de aquel cuerpo que tanto amaba. Y era difícil de olvidar. La cosa duró unos cuarenta minutos. Tal vez el masaje que precedió la faena fue lo que valió realmente la pena. Por primera vez en mucho tiempo me sentí desagobiado.
Nos despedimos con besos y abrazos. Cené en un cochambroso restaurante y me fui a casa, a esperar la siguiente jugada de Dios.
Y mi respectiva respuesta.
JOHN BOTHIA
Medellín
Medellín
jueves, 27 de marzo de 2008
Los negacionistas queremos agradecer públicamente a la UNESCO, la Fundación Común Presencia, el periódico virtual Con-Fabulación y el Ministerio de la Cultura, los cuales convocaron a la segunda celebración del Día Mundial de la Poesía, el pasado viernes (santo) 21 de marzo, equinoccio de primavera, y en el que participaron varios poetas colombianos reconocidos y no tanto, por NO habernos tenido en cuenta y evitarnos así participar de “aquello”. Y también por habernos permitido conocer la obra –de su propia voz– de Guillermo Martínez González que junto al ya por nosotros conocido tono de Jotamario Arbeláez, Rafael del Castillo y Mauricio Contreras, que a nuestro juicio estuvieron a la altura, la por nosotros notada ausencia de Juan Felipe Robledo, Jorge Cadavid y John Jairo Júnieles –quienes habían sido programados–, la por nosotros hasta entonces no vista faceta lírica de Rodolfo Ramírez, la por nosotros inadvertida presencia de otros, entre ellos Alberto Rodríguez Tosca, a quien el ritmo nato cubano no le dejó pasar del todo desapercibido (por nosotros) y las señoras invitadas a leer… ¿Cuándo será que de veras aparece una “mujer en escena” que aporte algo a la poesía nacional?... y los desatinos de Federico Díaz-Granados –quien osa dar talleres de poesía… ¿qué enseña: lo que no se debe hacer?–, las niñadas ‘bien’ de Mario Jursich y la desabrida vacuidad carente de fuerza y carácter de Alfonso Carvajal, quienes entretuvieron a un público nutrido (en alimento más que en número) que tampoco era multitudinario y entre el que se vio –como diría un amigo– mucho de fauna literaria criolla y uno que otro oligarca senil que cree que asistir a ese tipo de eventos da prestigio cultural o algo así y lo manda callar a uno (a nosotros) cuando está a punto de hacer uno de sus mordaces y atinados comentarios que tan bien le caen a semejante solemnidad y acartonamiento del que la poesía colombiana todavía no ha logrado librarse y gracias a los cuales (los comentarios), si como en aquella ocasión no hay café sino aguardiente, uno quiere no dormirse o morirse de aburrimiento. Además como fue en el Museo Nacional, hubo tiempo antes para pasar a ver la exposición Nación Rock, que vale la pena, pese a que haya quienes con desdén dicen: ¿Esto era todo?, sin entender que no es lo que hay, sino lo que significa… En fin. Al diablo esto y lo otro. Y, como sea, gracias.
miércoles, 19 de marzo de 2008
HE AQUÍ EL AMOR He aquí el amor. Repito: He aquí el amor. Pero mejor hablemos de esta puerta. Una puerta es una puerta a la que yo golpeo día y noche, a la que yo golpeo día y noche, a la que yo golpeo día y noche. Y aunque nadie responda y aunque nadie responda, y aunque nadie responda, el aire es el aire de todos los días las plantas son verdes como siempre y el mismo cielo esférico me envuelve lunes, martes, miércoles, jueves viernes, sábado y domingo. ¿Pero qué puedo yo decir del amor? ¿Qué puedo yo decir del amor? ¿Qué puedo yo decir del amor? En cambio, esa puerta es indudable; por ella entro y salgo y noche hacia los verdes campos que me esperan, hacia el mismo cielo esférico y perenne. ¿Pero qué puedo yo decir del amor? ¿Qué puedo yo decir del amor? ¿Qué puedo yo decir del amor? Mejor sigo hablando de esta puerta. Jorge Eduardo Eielson (Lima, 13 de abril de 1924 - Milán, 8 de marzo de 2006) El poema He aquí el amor apareció por primera vez en Textos literarios (Luis Jaime Cisneros, Lima, Pontificia Universidad Católica, 1957) |
SOBRE LEONARDO
No todo el mundo va a dejarse caer
no todo el mundo va a arrastrarse a sus pies
lo que me falta no es la falta de fe
tendrías que pensarlo seríamente esta vez
Fito Páez
Tráfico por Katmandú
Fito Páez
Tráfico por Katmandú
Leo a Leo como leer los tiempos de la metrópoli a través de una herida, una herida que es la calle vacía en horas incontables, una herida que son los aires decembrinos, entonces pienso en decirle: «Leo no salga de su casa en navidad» pero si lo medito un poco lo siguiente a decir sería: «¡Ah!, Leo, tampoco lo haga los otros 11 meses», aunque sé que lo haría, porque enfrenta cada miedo y cada sueño y cada día, y es así como sus letras nacen de recorrer el doble filo de una esquina, de un corazón, o de una mala palabra. ¿Qué es una mala palabra? ¿Hay palabras malas y otras que no? Si hay palabras malas, o lo son todas o no lo es ninguna, así que pongámonos de acuerdo.
Digo lo anterior porque estos textos efervescen de algunas como: putas, mierda, puñaladas hijueputas, sangre, diezynueveconséptima, amor o simplemente la más grande palabrota que nos carcome y persigue: Bogotá.
Entonces y después de lo anterior, para que quede claro, ahí les va otro escritor inédito, otro sobreviviente, otro canto a quemarropa, otro golpe de mar picado contra una barco que no se hunde, que recorre esta ciudad cargando el pecado del signo, y la condescendencia de una vida que se vive y se lucha segundo a segundo, en las sombras de un país que se consume.
Larry Mejía
FUI POR UNA CAMISA Y SALÍ SIN CORDONES Gracias al señor (mi tío Carlos) trabajo los fines d semana en la distinguidísima Taberna El Perreo, ubicada en el centro d Bogotá. Ya me suponía q las ventas estarían buenísimas el viernes pasado así q llegué muy puntual (faltando 10 min.). Estaba entusiasmado porque cortar limones y naranjas es lo más divertido q hago últimamente. «Muévase, atienda rápido, limpie bien, no reciba visitas, ¿donde está mi picada?, este muchacho está todo perdido, está quemado». Estaba yo volando aquel viernes, en menos d una hora ya había cuatro mandados (en dos d ellos tuve q visitar a doña Esputa y don Expósito en otro cambiar billetes por monedas –no es tan fácil como uno se lo supone–), me había encargado d surtir la nevera y había empezado a cortar cuando fui enviado a comprar una camisa para la nueva mesera q para variar bien podría hacer chorrear la baba, no como las profesionales dl servicio (d las mesas). No hice preguntas y fui directamente adonde fui enviado con $50.000 (cerca d las fufas). Cualquiera podría creer q me entusiasmé en aquel sector y por eso no volví a El Perreo y tampoco volví a ver la plata. Como las camisas costaban casi el doble d lo presupuestado, me dirigí a trote veloz hacia el sector d San Victorino donde por puro morbo compraría una camisa talla M en vez d L. Pasaron dos muchachos corriendo y enseguida los chúcaros me cogieron dizque por rata, cuando me metieron las manos (a los bolsillos), encontraron su regalito dl Día d las velitas (aquellos $50.000) y no importó q dijera q yo trabajo en El Perreo y referir el número d teléfono, menos importó eso en un CAI donde los tombos decían: «La ratica nos va a tramar d q trabaja» y me metieron en una mini-celda con diez tipos más, al rato nos subieron al camión y unos tipos me decían q cuánta plata tenía para ‘abrirnos’ puesto q hasta tenía ‘cara d secuestrable’ y q al tombo se le nota q le gusta más la plata q la comida. También me dijeron q me iban a ‘judicializar’, q uno d ellos ya estuvo en la Modelo… Luego d un paseo en camión llegamos a la estación d El Guavio y nos metieron en un calabozo oscuro y con ducha incorporada (vaya yo a saber d dónde caía tanta agua). Nos instalamos en el fondo y con hojas d la libreta d apuntes d ‘la ratica’ (o sea yo) armaron unos bareticos y como yo me la paso aguantando hambre y débil, quedé muy trabado, al ratico llegó el ‘güimpi’ y mandaron por un pollito y gaseosa, comí una presa, una papa y pan con gaseosa y otra vez pal camión. En el camión me hablaban d ‘parar el brinco’, ‘la autopsia’ y un poco d pendejadas q no recuerdo bien, hablaban d modelos d celulares con cámara, youtube, parlantes y yo no sé qué, se embalarían por un no-sé-qué, «ahorita recuperamos la platica, huy, hay está la clientela», «¿viene con nosotros?», respondí «sí, sí, sí (en medio d la traba tan asquerosa), eso parece fácil». Y siguieron horas d paseo por la circunvalar, la estación tercera, la Plaza d Bolívar, el septimazo, Las Aguas, San Diego, La Perse. En la Perse la gente cerró una calle con una llanta quemada (creo), lo q sí recuerdo bien es q le enviaron un volador a uno d los tombos (había dos d esas cosas q parecen minibases y no sé cuantas motos además dl camión) y casi le roza las patas; d la Perse no levantaron a nadie (pal camión). Más vueltas q pa El Guavio, etc. Ya por el Parque Nacional soltaron al primero. –Mi cabo, mi cabo, le doy veinte. –Muéstrelos. Nombre (luego d recibir). –Bla bla bla. –Salga (luego d tachar el nombre en la lista). El tombo se hizo casi doscientos en un ratico. –Cabo, cuatro por cuarenta, decían mis compañeros d parranda. –¿Qué creyeron? Eso no alcanza. Al final salieron tres por cincuenta y cinco en la treinta y pico con trece con el propósito d recuperar esa platica, mientras yo me entristecí, por la pérdida dl nuevo puesto d ‘trabajo’ (otro desafortunado efecto d la traba). Resignado me acosté a dormir en el camión y desperté con un costado meado. Más paseos, sin mucho q destacar a excepción d la severa paliza q le propinó un tombo a un man q no sé por qué putas subió al camión. Le cascó tanto q lo soltó en la Pésima con Diecisiete porque estamos en navidad. –Señor agente, déjeme salir: estamos en navidá, usté dijo. –¿Quién fue el hijueputa q dijo eso? –Nadie –respondimos algunos. A las tres y media a.m. llegamos por fin a la tan ya por todos anhelada UPJ. Nos requisaron y luego entramos a un espacio amplio lleno d bancas metálicas y dormí aunque estaba mojado y con frío. Al otro día unos muchachos q estaban porque según ellos iban a un toque en el Jorge Eliécer y les echaron la culpa d tirarse unas cosas q valen como cien mil y q no fueron ellos, me compartieron algo d pan y los almuerzos q les llevaron (allá la comida la requisan como si se tratara d trapos viejos). Yo les dije q me cogieron por madrear un hijueputa chúcaro (aunque no les dije por qué lo madrié). En horas d la tarde me puse a escribir algo titulado «¿Si t dijera sí, no me dirías no?» y los gomelos se burlaron: “bitácora dl capitán”, yo sólo comí callado. A las cinco me dieron salida y me fui hasta El Perreo por una camiseta limpia, a lavarme un poco y comerme uno d los dos choco-ramos q había dejado (el otro desapareció inexplicablemente). Mi tío me estaba guardando $50.000 con los q repuse los que los chúcaros se / me encontraron. Cuando llegué al lugar en q vive mi papito, me vació por güevón, q quién me manda correr, q si acaso no me van a descontar esa plata, q mi tío trae la mala suerte, q ando con la sal pegada al culo, q eso me pasa por no ser buen hijo, etc. y me bañé. Como valor d orgullo ya no me voy a sentir ignorante cuando me hablen d la UPJ, allá nadie me violó, ni me robo (aparte d los tombos), ni etc. Ahora conozco unos d los lugares más mencionados por la gente d mi contexto, es como un sitio d atracción turística y además tuve una experiencia muy deportiva. Ahora escribo este mensaje con plata q me prestó mi tío y q hoy tengo q ganarme y lo q es bien no me agrada para nada saber q a un parcero esa noche d las velitas, casi se le va la vida en un puntazo, sin güisqui y como diría él por su complejo d velar por los intereses d los menos favorecidos o como diría mi papá por güevón, mejor dicho lo q sea q diga no cambiará ni reparará ni hará justicia ni hará la diferencia. Leonardo Lozano |
DAKSINA ANTICIPADA A Larry Mejía Amante d cero, víctima d no mismo Eternas mentiras d papa, carne y travesía Como salmón en agua coloidal o peor: en concorde Supuesto profesor d lenguas q no han nacido Vendedor d manías tentado por la irresistible paz d una agenda clásica Tejiendo fantasmas en croché espero lograr ser uno menos Compañero d mil hogares, sin fórmulas mágicas para un buen morir Mi único poema posible lo escribió otro tipo Es como escribir versos con los pies… Al ritmo d los enemigos (5 d mayo d 2007 con modificaciones del 10 d mayo d 2007) MALDITA SEA Malditas (sean) las perras no puedo pagar Malditos (sean) los casanovas no me dejan a nadie Malditos (sean) los sabihondos me relegan a un charco d ignorancia Malditos (sean) los fundamentalistas me imponen placebos mentales Malditos (sean) los poderosos, los avaros y los ladrones no les importa ni mi miseria ni mi existencia Malditos los plastiqueros con sus filtros estéticos no reconocen mi belleza interior Malditos (sean) los destripadores la reconocerían demasiado Maldito (sea) yo por buscar amor en cuerpos d fuego y cerebros d plastilina Maldito (sea) yo por buscar el fuego y la plastilina en bellos corazones Soy un falso poeta condenado a morir lastimero e imbécil ¡Maldita sea! Lamento dirigido a la nada (Abril 20 d 2006. Versión d mayo 10 d 2007) ASEO tUS FLEMAS VERDE PASTO ME REPUGNAN tU VÓMITO ES UNA BLANCA AZUCENA Q DESAFÍA AL CIELO AZUL pOR TUS OJOS ROJOS PUEDO MORIR D AMOR aUNQUE AHORA SON OJOS AZABACHE pOR CULPA D LA SEGUNDA PERRA DEL BARRIO tIENES LA MIRADA DORMIDA Q VIAJA POR EL ARROLLO SOÑOLIENTO D LA CAÑERÍA (Mayo 7 d 2006) TENGO EL PODER Tengo el poder tengo la pluma Pero ya no es (sólo) pluma ahora tengo todo el poder. (escrito el 5 d junio d 2006 con modificaciones del 6 d junio d 2006) (PLEGARIA) ADOLESCENCIAL En mi plegaria dije: Dios ¿por qué no demuestras q soy como vos? ¿Por qué no cagas como prueba d tu amor? Una vocecita en mi cabeza dijo: "Mírate ahí estás vos". (Octubre 18 d 2006) GERONTOFILIA No sé si mirarán o veré a las colegialas con respeto. Las maestras me acusarán d maltratarlas; dirán q no fui caballero, q a diferencia (d...), llegaré idiota a viejo. Siendo así, me enamoraré d las faldas a cuadros, no seré verde, estaré tostado. Eso si evito la organización d autodidactas con evocación a la Antigua Grecia por parte d quien preside (y peor si enseña por ejemplo las ansías). Mas, por lo pronto, ni siquiera sé si en ese entonces existirán las colegialas. (Mayo 23 d 2007) 00 No le avergüenza atacarme a mansalva le pesa q sólo quiere darme la mano No me avergüenza escribir esto Me desplomo porque no se lo leeré Mi parcero es matera d mirada escrutadora Lo sigo, a ninguna parte se dirige No entiende sentimientos ni tibiezas Hablamos la lengua del ladrillo molido y desconfiamos del amor q comemos Tenemos anudadas las entrañas pulmones carcomidos y neuronas carbonizadas como para escapar d nosotros mismos El miedo espanta la rabia en orgásmicas sesiones engañando los sentidos Estamos tan perfectamente errados q ni siquiera somos amigos. (Julio 29 d 2007) FIESTEROS POTREROS D INFELICIDAD Y PATIECILLOS DOMINGUEROS La república temporal d la vista pueblerina gente amorosa q critica desde el mundo a occidente ideas marinas, cosmopolitas y vanas enfocadas en si la paz llega armada al espacio con dinámicas bocas y mostradores cromáticos avalancha d mundos imaginarios en diminutos universos realizados eminentemente escatológicos q hasta da orgullo ir al baño hato alucinado por otros q niegan un lenguaje soñado vergonzosa pesquisa en alegrías inefables vertiginoso asco por el calor humano chocante sacudida d sueños imperdonables e ignorancia repetitiva felices caídas a corazones insolados chisporroteo violeta q jode la vista rincones elogiados por el dolor q han causado desaparecen castillos en lo q no ha terminado. MUÑECA ROTA Sé q es muy cursi pero si me crees Créeme q me agrada la idea… T veo en los muros Tú eres un ladrillo otro ladrillo, otro, otro, otro y otro más otro ladrillo soy T veo en las octogenarias por sus miradas llenas d cansancio T veo en las niñas pequeñas (d mi barrio) por sus miradas llenas d libidinosidad o miedo Sueño mucho q cogemos d las manos Mis piedras no llegan lejos mi plata se acaba en este cyber Créeme q me agrada la idea… (Junio 4 d 2006. Versión d julio 31 d 2007) Tarantino d la Pinta |
EL AUTÓGRAFO COLOMBIANO
Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos
Joaquín Sabina
Lo peor del amor
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos
Joaquín Sabina
Lo peor del amor
Los cuentos de amor son cuentos sobre cualquier cosa, cualquier cosa en el mundo, en el infinito, en el universo, más allá, o aquí en la esquina, en cualquier lugar visible o no, está invadido con la enfermedad humana del amor. Digamos que este es también un cuento de amor, aunque para serlo tiene pocas de las estructuras de las que hablan los “maestros” pero como no lo mandaré a ningún concurso y seguramente usted hipócrita lector, mi amigo lo leerá con el afán y la displicencia que caracteriza la vida humano-colombiana, me tomaré la licencia de escribir este NO cuento, de NO amor.
Esa frase de los puntos suspensivos de Sabina me da vueltas todo el tiempo, no se si es una buena frase, o un contentillo de los que son o hemos sido abandonados, no sé cómo debo tomarla, pero la repito como oración, al igual que otras tantas, digamos que nunca he sabido que es lo mejor con el sentimiento, pero ahora tengo los suspensivos tatuados en mi espalda, no se trata de las iniciales de alguna conquista martilladas con aguja y tinta china en mi mano como es costumbre en los barrios altos donde viven las clases bajas, ni estuve viajando en un barco por el caribe y la fiebre marinera me impulsó a dibujar sobre mi piel algún recuerdo de algún puerto lejano, ni estuve unos meses en prisión, ni son mis amigos una pandilla de harlistas consagrados a la carretera, de hecho todos, tomamos siempre el servicio público, y el viernes en la noche (de las velitas) de camino a esa rutina, entrados en copas y risas, bajábamos por la calle 27 con tercera, de ese barrio bonito que es La Macarena, hablando de cosas habituales, inútiles, muy de nosotros, un poco de mujeres, otro poco de los últimos discos de nuestras bandas favoritas.
Fabián, Darwin, Mario, Luis, y yo caminábamos a relativa distancia, en parejas, a veces, y al paso de algo que llamara nuestra atención nos uníamos para conversar sobre el hecho o la persona que hubiera atraído nuestra curiosidad, la noche se había portado bien, lo que significa que aun estábamos todos vivos y completos.
Llegando a la carrera quinta yo venía caminando solo, recordando un par de restaurantes donde hace un año pasé alegres momentos con mi amiga Elvia, mientras Fabián, Darwin, y Luis estaban unos 50 metros atrás mío, Mario por su parte caminaba muy adelante.
En la esquina de la quinta apareció una pareja de jóvenes, que caminaba en sentido contrario al mío, al nuestro. Venían discutiendo, él le golpeaba, ella lo esquivaba, él se le lanzaba encima una vez más, el habitual forcejeo de una pareja de novios, la relación típica colombiana, trago, viernes, discusión, malos tratos, y en fin, la cadena alimenticia completando su ciclo de inefable violencia. Cuando pasaron a unos metros míos, yo que tengo algún complejo de velar por los intereses de los menos favorecidos, alcé mi voz en un asonante reclamo contra el joven que ultrajaba a la señorita en cuestión.
Después de eso lo único que recuerdo es a ella tapándome con su chaqueta blanca la cara mientras el desenfundaba un cuchillo, y yo llamaba a mis amigos quienes se aprontaban al baile nocturno de las puñaladas, y de entregarle la vida a cualquier hijo de nadie por nada, por todo, por lo mismo, por Colombia, por la fatalidad de nacer en esta tierra del olvido. Solo nosotros estábamos desarmados, y solo yo no podía ver, luego vino el calor en mi espalda, las figuras que se desvanecían en mi mente, la imagen de Luis corriendo tras mi agresor, la mujer haciéndole frente a los golpes que él le lanzaba sin soltar el cabello de Fabián que a su vez esgrimía argumentos carentes de Improperios y sobrantes de amabilidad, los restaurantes que cerraban sus puertas y los ruidos imperceptibles de la ciudad metiéndose por mis oídos como mil cuchillos más que venían a por mí.
Gracias a Luis fue capturado el delincuente en pocos minutos, y gracias a la policía puesto en libertad segundos más tarde, mientras yo me debatía la vida en el CAMI de La Perseverancia, donde para ser consecuente con la frase popular subí de a pie y bajé en ambulancia
No sé cuánto tiempo pasó, ni cuánta sangre perdí, ni cuántas veces recordé desde el asiento de atrás de una patrulla y luego de una ambulancia, lo mucho que dije que Colombia es el peor país el mundo para vivir y el más eficiente para morir, y cosas como esa, mientras evitaba mancharle las manos a mi amigo con la molesta tinta roja que brotaba copiosamente de mi espalda, saliendo a gruesos hilos entre mi camisa y un saco que compré años atrás en Quito, no recuerdo ahora la canción que empecé a cantar sé que era de Fito, quise acordarme del pasado, de cantar en una patrulla como una forma de no perder la libertad, quise un poco de güisqui cuando me pasaron a la ambulancia, pero eso solo ocurre en las novelas colombianas, me contenté con la lealtad de mis amigos y muchas, muchas luces rojas dando vueltas sobre mi cabeza y las voces de un par de estudiantes de criminalística, que alimentaban con mi herida el morbo de sus vidas, parafraseando lo que recordaban de Lombroso, era gracioso escucharlos, a medias luces, buscando esclarecer los hechos que tan claros estaban. Sí, la sangre es escandalosa, “el criminal es un tipo malo” que grandes estupideces dice Lombroso, cuando aquí todos sabemos que los criminales somos todos, y que los patrones que escribió sirven para nada a la hora de ver venirse contra la humanidad una hoja brillante que no importa ni repara en la cara del portador.
Luego fui trasladado al hospital donde nació mi novia, y me atendió una doctora caleña que atendía al mismo nombre de ella, Liliana Aponte. Me salvó la vida su acento a champus, y su tono a canela, el recuerdo de un sorbete de guanábana en la sexta a las dos de la tarde, me salvó la vida acordarme de Cali, de la iglesia donde me bautizaron, del Parque de la Caña y de los mayorcitos a la orilla del río, que cantan en las tardes las canciones de Goyeneche y Julio Jaramillo, me salvó la vida, las ganas de vivir, en este país hubiera sido cobarde morir de una sola puñalada, hubiera despertado risas en el velorio, y mis fieles amigos no hubieran tenido mucho tema de conversación.
Salí del hospital a las 5 de la tarde del día siguiente, pensado no se por que en mi piano, en las velas que dejé de encender, y en que tal vez aun no es el momento para dejar esta tierra colombiana de hampones y sobrevivientes, quizás deba hacer más cosas aun para que cuando muera o me largue pueda resistirle a los críticos y al olvido y por fin mis escritos sean tomados en cuanta como una confirmación de vida. Digamos entonces que la muerte estaba ocupada con los últimos quemados de la noche de las velitas, digamos entonces que no era mi momento que gané por doble u el partido, digamos que el autógrafo colombiano que me quedó en el dorso son los tres puntos que me cocieron, los mismos de los que habla Sabina, los puntos suspensivos, del amor o el odio, que en este país terminan siendo siempre la misma cosa.
Esa frase de los puntos suspensivos de Sabina me da vueltas todo el tiempo, no se si es una buena frase, o un contentillo de los que son o hemos sido abandonados, no sé cómo debo tomarla, pero la repito como oración, al igual que otras tantas, digamos que nunca he sabido que es lo mejor con el sentimiento, pero ahora tengo los suspensivos tatuados en mi espalda, no se trata de las iniciales de alguna conquista martilladas con aguja y tinta china en mi mano como es costumbre en los barrios altos donde viven las clases bajas, ni estuve viajando en un barco por el caribe y la fiebre marinera me impulsó a dibujar sobre mi piel algún recuerdo de algún puerto lejano, ni estuve unos meses en prisión, ni son mis amigos una pandilla de harlistas consagrados a la carretera, de hecho todos, tomamos siempre el servicio público, y el viernes en la noche (de las velitas) de camino a esa rutina, entrados en copas y risas, bajábamos por la calle 27 con tercera, de ese barrio bonito que es La Macarena, hablando de cosas habituales, inútiles, muy de nosotros, un poco de mujeres, otro poco de los últimos discos de nuestras bandas favoritas.
Fabián, Darwin, Mario, Luis, y yo caminábamos a relativa distancia, en parejas, a veces, y al paso de algo que llamara nuestra atención nos uníamos para conversar sobre el hecho o la persona que hubiera atraído nuestra curiosidad, la noche se había portado bien, lo que significa que aun estábamos todos vivos y completos.
Llegando a la carrera quinta yo venía caminando solo, recordando un par de restaurantes donde hace un año pasé alegres momentos con mi amiga Elvia, mientras Fabián, Darwin, y Luis estaban unos 50 metros atrás mío, Mario por su parte caminaba muy adelante.
En la esquina de la quinta apareció una pareja de jóvenes, que caminaba en sentido contrario al mío, al nuestro. Venían discutiendo, él le golpeaba, ella lo esquivaba, él se le lanzaba encima una vez más, el habitual forcejeo de una pareja de novios, la relación típica colombiana, trago, viernes, discusión, malos tratos, y en fin, la cadena alimenticia completando su ciclo de inefable violencia. Cuando pasaron a unos metros míos, yo que tengo algún complejo de velar por los intereses de los menos favorecidos, alcé mi voz en un asonante reclamo contra el joven que ultrajaba a la señorita en cuestión.
Después de eso lo único que recuerdo es a ella tapándome con su chaqueta blanca la cara mientras el desenfundaba un cuchillo, y yo llamaba a mis amigos quienes se aprontaban al baile nocturno de las puñaladas, y de entregarle la vida a cualquier hijo de nadie por nada, por todo, por lo mismo, por Colombia, por la fatalidad de nacer en esta tierra del olvido. Solo nosotros estábamos desarmados, y solo yo no podía ver, luego vino el calor en mi espalda, las figuras que se desvanecían en mi mente, la imagen de Luis corriendo tras mi agresor, la mujer haciéndole frente a los golpes que él le lanzaba sin soltar el cabello de Fabián que a su vez esgrimía argumentos carentes de Improperios y sobrantes de amabilidad, los restaurantes que cerraban sus puertas y los ruidos imperceptibles de la ciudad metiéndose por mis oídos como mil cuchillos más que venían a por mí.
Gracias a Luis fue capturado el delincuente en pocos minutos, y gracias a la policía puesto en libertad segundos más tarde, mientras yo me debatía la vida en el CAMI de La Perseverancia, donde para ser consecuente con la frase popular subí de a pie y bajé en ambulancia
No sé cuánto tiempo pasó, ni cuánta sangre perdí, ni cuántas veces recordé desde el asiento de atrás de una patrulla y luego de una ambulancia, lo mucho que dije que Colombia es el peor país el mundo para vivir y el más eficiente para morir, y cosas como esa, mientras evitaba mancharle las manos a mi amigo con la molesta tinta roja que brotaba copiosamente de mi espalda, saliendo a gruesos hilos entre mi camisa y un saco que compré años atrás en Quito, no recuerdo ahora la canción que empecé a cantar sé que era de Fito, quise acordarme del pasado, de cantar en una patrulla como una forma de no perder la libertad, quise un poco de güisqui cuando me pasaron a la ambulancia, pero eso solo ocurre en las novelas colombianas, me contenté con la lealtad de mis amigos y muchas, muchas luces rojas dando vueltas sobre mi cabeza y las voces de un par de estudiantes de criminalística, que alimentaban con mi herida el morbo de sus vidas, parafraseando lo que recordaban de Lombroso, era gracioso escucharlos, a medias luces, buscando esclarecer los hechos que tan claros estaban. Sí, la sangre es escandalosa, “el criminal es un tipo malo” que grandes estupideces dice Lombroso, cuando aquí todos sabemos que los criminales somos todos, y que los patrones que escribió sirven para nada a la hora de ver venirse contra la humanidad una hoja brillante que no importa ni repara en la cara del portador.
Luego fui trasladado al hospital donde nació mi novia, y me atendió una doctora caleña que atendía al mismo nombre de ella, Liliana Aponte. Me salvó la vida su acento a champus, y su tono a canela, el recuerdo de un sorbete de guanábana en la sexta a las dos de la tarde, me salvó la vida acordarme de Cali, de la iglesia donde me bautizaron, del Parque de la Caña y de los mayorcitos a la orilla del río, que cantan en las tardes las canciones de Goyeneche y Julio Jaramillo, me salvó la vida, las ganas de vivir, en este país hubiera sido cobarde morir de una sola puñalada, hubiera despertado risas en el velorio, y mis fieles amigos no hubieran tenido mucho tema de conversación.
Salí del hospital a las 5 de la tarde del día siguiente, pensado no se por que en mi piano, en las velas que dejé de encender, y en que tal vez aun no es el momento para dejar esta tierra colombiana de hampones y sobrevivientes, quizás deba hacer más cosas aun para que cuando muera o me largue pueda resistirle a los críticos y al olvido y por fin mis escritos sean tomados en cuanta como una confirmación de vida. Digamos entonces que la muerte estaba ocupada con los últimos quemados de la noche de las velitas, digamos entonces que no era mi momento que gané por doble u el partido, digamos que el autógrafo colombiano que me quedó en el dorso son los tres puntos que me cocieron, los mismos de los que habla Sabina, los puntos suspensivos, del amor o el odio, que en este país terminan siendo siempre la misma cosa.
Larry Mejía
sábado, 26 de enero de 2008
Negación: la más predecible de las respuestas humanas.
El Arquitecto en The Matrix Reloaded
Mea culpa ajeno
PE
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté, porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
PE
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté, porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
Martin Niemöller
A lo largo de los últimos 3, casi 4 años, de manera irrefrenable, como y con el tiempo, implacable con los demás y con nosotros, ingenua con ellas, inconmensurable con lo intangible, inalienable incluso aquí en Colombia, imprescindible con lo más innecesario, indeleble, innombrable, impía, incierta, inquieta, indispensable, indisoluble, inmoral, inimaginable, inclasificable, inclaudicable, infranqueable, a veces y muy a nuestro pesar invisible, hemos trabajado con el negacionismo poético, en búsqueda de una voz, de un punto de encuentro, o por lo menos de una amistad con las letras y con nosotros mismos. Nada fácil este intento en un país donde la mayoría desde su cómodo anonimato se dedica a criticarnos, guarecidos en su cobarde trinchera, desde donde ni siquiera su nombre dan, enemigos N.N., pero igual: ya es costumbre eso de tirar la piedra y esconder la mano, así que no será una novedad que las lenguas ulceradas de detractores y uno que otro timorato de nuevo merodeen los linderos de este espacio para dejar en la sección de comentarios algo de su muy permeable impotencia.
Mas el asunto que nos ocupa estos días dista del necio vulgo que mal lo paga y por eso no le habláremos en necio ni le daremos (mal) gusto. Esta vez nos dirigimos a ustedes para presentarles de nuevo este sitio de... escritores, cabezas duras, testarudos, analgésicos, sedantes, tercos, que viene con unas líneas más como regalo para nuestros fieles lectores, hienas, verdugos, harpías, cuervos de los que sacan los ojos y otros amigos.
Mas el asunto que nos ocupa estos días dista del necio vulgo que mal lo paga y por eso no le habláremos en necio ni le daremos (mal) gusto. Esta vez nos dirigimos a ustedes para presentarles de nuevo este sitio de... escritores, cabezas duras, testarudos, analgésicos, sedantes, tercos, que viene con unas líneas más como regalo para nuestros fieles lectores, hienas, verdugos, harpías, cuervos de los que sacan los ojos y otros amigos.
Visitar el futuro en la tumba del olvido
El sábado 15 de diciembre de 2007, por iniciativa de Gustavo Adolfo Ramírez, director de la Fundación Palabrería, se convocó en el Cementerio Central de Bogotá, Colombia, Sudamérica, un homenaje al poeta José Asunción Silva (1865-1896), cuyos restos alguna vez reposaron junto a los de su hermana Elvira, tras muchos años relegados al muro de los suicidas por orden del clero. Era una de esas tardes lluviosas, frías y grises, tan propias de nuestra ciudad. Llegamos pocos. Allí, por supuesto, estuvimos los negacionistas, junto a recuerdo y olvido que se conjuraron con canciones y poemas; con nosotros estuvieron también el poeta Fernando Denis y un cantautor mexicano, acompañado, a su vez, de una buena guitarra y una bella chica colombiana. Brindamos a nuestra salud, porque a la del muerto no hubiese sido muy lógico que digamos. Pasamos por la tumba colectiva de los Zalamea. Hubo más poemas, más canciones y más fotos, bajo el chubasco, al final de la tarde. Quizá luego hagamos más por la memoria de los poetas muertos, quizás no. Quizás algún día seamos poetas muertos y exista una sociedad consagrada a nosotros. Quizás no. Quizás algún día a alguien más se le ocurra ir a visitar el futuro en la tumba del olvido o algo así… Salimos y nos embutimos algunos de nosotros en un taxi y tomamos rumbo a la Librería Luvina, único bastión burgués –como diría alguien, por ahí, no sé quién– que nos abre las puertas y nos admite. Allí concluimos la botella de whisky que habíamos inaugurado en la necrópolis o el “otro barrio” –como lo llaman algunos–, que casi todos acompañaron con charla y cerveza, hasta del vallenato que había compuesto e interpretó el mexicano se habló. Finalmente los negacionistas y una amiga nos largamos con rumbo conocido, para seguir bebiendo y viviendo y recordando y olvidando poetas y poemas, propios y ajenos, etc…
Nocturno I
A veces, cuando en alta noche tranquila,
sobre las teclas vuela tu mano blanca,
como una mariposa sobre una lila
y al teclado sonoro notas arranca,
cruzando del espacio la negra sombra
filtran por la ventana rayos de luna,
que trazan luces largas sobre la alfombra,
y en alas de las notas a otros lugares
vuelan mis pensamientos, cruzan los mares,
y en gótico castillo, donde en las piedras
musgosas por los siglos, crecen las yedras,
puestos de codos ambos en tu ventana
miramos en las sombras morir el día
y subir de los valles la noche umbría
y soy tu paje rubio, mi castellana,
y cuando en los espacios la noche cierra,
el fuego de tu estancia los muebles dora,
y los dos nos miramos y sonreímos
mientras que el viento afuera suspira y llora.
¡Cómo tendéis las alas, ensueños vanos,
cuando sobre las teclas vuelan tus manos!
A veces, cuando en alta noche tranquila,
sobre las teclas vuela tu mano blanca,
como una mariposa sobre una lila
y al teclado sonoro notas arranca,
cruzando del espacio la negra sombra
filtran por la ventana rayos de luna,
que trazan luces largas sobre la alfombra,
y en alas de las notas a otros lugares
vuelan mis pensamientos, cruzan los mares,
y en gótico castillo, donde en las piedras
musgosas por los siglos, crecen las yedras,
puestos de codos ambos en tu ventana
miramos en las sombras morir el día
y subir de los valles la noche umbría
y soy tu paje rubio, mi castellana,
y cuando en los espacios la noche cierra,
el fuego de tu estancia los muebles dora,
y los dos nos miramos y sonreímos
mientras que el viento afuera suspira y llora.
¡Cómo tendéis las alas, ensueños vanos,
cuando sobre las teclas vuelan tus manos!
José Asunción Silva
Al cementerio
¿No veis allá aquel campo silencioso
que se extiende detrás de un monasterio?
Es el lóbrego y triste cementerio,
es el campo del último reposo.
No le piséis los que en el mundo ocioso
de los vicios vivís bajo el imperio,
allí no hay pompa, hay soledad, misterio;
no le manchéis con vuestro pie engañoso.
Mas id los que cansados de penar
buscáis del sauce la doliente sombra…
los que queréis en la calma descansar.
Bajo esa verde y natural alfombra,
¡qué bien el cuerpo debe reposar
en tanto al alma el más allá le asombra!
¿No veis allá aquel campo silencioso
que se extiende detrás de un monasterio?
Es el lóbrego y triste cementerio,
es el campo del último reposo.
No le piséis los que en el mundo ocioso
de los vicios vivís bajo el imperio,
allí no hay pompa, hay soledad, misterio;
no le manchéis con vuestro pie engañoso.
Mas id los que cansados de penar
buscáis del sauce la doliente sombra…
los que queréis en la calma descansar.
Bajo esa verde y natural alfombra,
¡qué bien el cuerpo debe reposar
en tanto al alma el más allá le asombra!
Vicente Huidobro
En la tumba de un poeta
Ruiseñor que cansado de la tierra
alzaste el vuelo al alto firmamento,
a la mansión donde la luz se encierra
Oye benigno mi dolido acento.
Y tú, Señor, escucha esta plegaria
que triste y solitaria
en alas del amor elevo al cielo
y dale pronto el eternal consuelo.
Sufrió mucho, Señor; su vida entera
fue un eterno pesar.
Sólo de Ti la dicha ansioso espera,
no le hagas aguardar.
Y tú, errabundo, eterno caminante,
detente ante la tumba del poeta,
detente un solo instante,
y derrama una lágrima secreta,
una sentida lágrima por él
que riegue acaso su inmortal laurel.
Ruiseñor que cansado de la tierra
alzaste el vuelo al alto firmamento,
a la mansión donde la luz se encierra
Oye benigno mi dolido acento.
Y tú, Señor, escucha esta plegaria
que triste y solitaria
en alas del amor elevo al cielo
y dale pronto el eternal consuelo.
Sufrió mucho, Señor; su vida entera
fue un eterno pesar.
Sólo de Ti la dicha ansioso espera,
no le hagas aguardar.
Y tú, errabundo, eterno caminante,
detente ante la tumba del poeta,
detente un solo instante,
y derrama una lágrima secreta,
una sentida lágrima por él
que riegue acaso su inmortal laurel.
Vicente Huidobro
NEW YORK DESDE LA VENTANA
Carlos Luis Torres G.*
Editorial Universidad Industrial de Santander
Colección de Poesía Otras Miradas
Bucaramanga, Colombia 2006
Carlos Luis Torres G.*
Editorial Universidad Industrial de Santander
Colección de Poesía Otras Miradas
Bucaramanga, Colombia 2006
Donde hay mucho es justo que haya de todo.
Francisco de Quevedo
Francisco de Quevedo
Qué difícil debe ser describir el universo para un hombre honesto; pienso, mientras deshojo el poemario de Carlos Luis de una mano a la otra.
A través de sus páginas, se aclara que New York es el lugar donde los perseguidos liberan la ausencia de todos sus recuerdos.
En la voz de Carlos Luis todo se desvanece, la esperanza primero, las manos, la ilusión, todo se confunde para encontrarse en el poema como única salvación del fugitivo y darle al lector la imagen de una ciudad símil a la emoción humana; insondable, mas incierta.
Este libro nos devela un extranjero que no busca y ahí en la letra desolada encuentra de forma fortuita una inmensa antagonista como es la ciudad en la vida del escritor. La ciudad de gritos, la misma que se inunda de silencio, en el poema y el ruido estridente de las calles, justo allí es donde ella pierde su gran volumen enfrentada a la inmensidad de la mirada del autor, quien de forma parricida la acorrala con sus versos.
A través de sus páginas, se aclara que New York es el lugar donde los perseguidos liberan la ausencia de todos sus recuerdos.
En la voz de Carlos Luis todo se desvanece, la esperanza primero, las manos, la ilusión, todo se confunde para encontrarse en el poema como única salvación del fugitivo y darle al lector la imagen de una ciudad símil a la emoción humana; insondable, mas incierta.
Este libro nos devela un extranjero que no busca y ahí en la letra desolada encuentra de forma fortuita una inmensa antagonista como es la ciudad en la vida del escritor. La ciudad de gritos, la misma que se inunda de silencio, en el poema y el ruido estridente de las calles, justo allí es donde ella pierde su gran volumen enfrentada a la inmensidad de la mirada del autor, quien de forma parricida la acorrala con sus versos.
Larry Mejía
5
Tengo sed.
Aquí a la orilla del río Hudson
Tengo sed.
7
A Wilmer
Me muero rodeado de silencio
(por favor...
llevadme a otro lugar).
15
Todo es luz
New York y movimiento
Las flores atrevidas
se ríen con el frío
y el paso lento
de una multitud infame
que no mira... tan sólo grita
...con su silencio.
Todo brilla:
La sonrisa de un negro,
la piel nativa mezclada
con opulencia y soberbia.
Un metro brota
y con fuerza burla al Hudson
acaricia el aire
y se lleva el alma
al interior de sombra
de una ciudad
donde la noche y la profundidad,
tienen el mismo matiz
de un volar alto y
del día que brilla como espejo.
Todo es ruido y a la vez silencio
Todo es limpio y a la vez
hediondez de alma y cuerpo.
Todo es inmenso
y tan pequeño... que pasa sin ser visto
... todo es blanco pero también negro
Aquí en New York
todo es grande
pero también tiene la delgadez
de la miseria y el llanto eterno.
Mira allá a la luz,
ese volcán que como el cielo
se extiende sobre la ciudad
de New York
Mira allá... aún más lejos
tápate los ojos que con eso
basta para saber de la ciudad
que desbordó el mundo
... hasta el abismo
Abril 20 de 2005
*Carlos Luis Torres Gutiérrez (1956, Bucaramanga, Colombia). Realizó estudios en la Universidad Industrial de Santander y posteriormente Maestría en Literatura Latinoamericana en la Pontificia Universidad Javeriana. Reside en Bogotá desde hace más de 25 años. Es escritor y profesor de literatura.
Ha publicado las novelas Barco A La Vista (1992) y Entre La Espera Y El Miedo (2004) y los poemarios Poemas En Un Sobre De Manila, A Punto De Llover y New York Desde La Ventana. Otros trabajos de creación poética, cuentos y crítica literaria se han publicado en revistas y periódicos virtuales e impresos que se pueden consultar en www.carlosluistorres.net
POEMAS LARRY MEJÍA AUSENCIA Háblame de tu amor de catálogo a mí que he preferido esperar solo al calor maternal de la palabra y al amargo frío de la honestidad Háblame de tu sonrisa de inventario a mí que he preferido reír solo ante el sincero espejo de los años y la cadencia puntual de las manecillas Háblame de la eternidad del sentimiento a mí que te espero de esta orilla a mí que nada tengo y todo ofrezco a mí que trato de empuñar instantes Háblame en ese tono dulce pero ausente que uno solo advierte cuando se ha ido lejos a mí que sobre la piedra muda he construido un altar a tu silencio BITÁCORA Vengo de la soledad voy para el universo vengo de las pesadillas metidas en este sueño no quiero terminar ni volver bailando tango en una calle cualquiera en una con tu nombre o con el nombre del que sea audiencia abran los brazos vengo de la poesía voy para el universo. COMO TU MIRADA Tu recuerdo ha venido a despedirse recogió sus fotos pagó el café y dijo adiós ya ni tu recuerdo me acompaña estoy listo para irme a bailar conmigo mismo para tomar agua de hierbas para tejer mantas –Penélope eterna– y acariciar gatos con la dulzura de la valeriana que usaré para dormir –cierro mi corazón– como tu mirada que no existe. PABLO ESTRADA ERES TÚ ¿Es un cadáver con sombrero y gabán o un esqueleto con gastado traje oscuro? ¿Es una momia con jeans y camisa a cuadros o un hosco y socarrón demonio desnudo? ¿Es una actriz de reparto o una mujer que no sabe amar? ¿Es un barquito ebrio o sólo un niño en la orfandad? Si el teléfono suena, no contestes, si el abismo seduce, no te precipites, podría ser: número equivocado. Si la lluvia humedece tu cuerpo en las noches, no creas que es la luna, ella nunca llora. Lucía luce luz sin luna. ¿Quién diablos es Lucía? ¿Qué diablos es la luna? Tus orejas sostienen pendientes gigantescos que consideraría llegan hasta al suelo –allí estoy yo, sin caer cayendo–. Mis óptimos ojos orbitan obtusos. Quisiera acariciar tu vientre aterciopelado y besar tus senos de pálida porcelana. El espejo borra el espejismo, tu espectro desaparece de mí. Extraño cada milímetro de tu piel, cada cabello que solía tomar. Mis manos te buscan en la oscuridad, mis besos te preguntan entre sábanas. Tu aroma –que emanas desde la distancia– me despierta en las mañanas. Tu imagen –que las píldoras distorsionan– me levanta de una bofetada. Ensangrentado busco una navaja, un revólver, una soga, un veneno, para calmar ésta, mi angustia. Te envío una tarjeta que dice: De: Lirio Para: Noia Y caigo en medio de convulsiones. Las preguntas me invaden y por poco me ahogan… ¿Es una escultura de un dios o de una celebridad del pop? ¿Es el fantasma de un suicida o un guitarrista de grunge? ¿Es una fotografía de un viejo comunista o de un padre muerto ya hace tiempo? No, no… Soy yo… Voilà, c’est moi… ¿Quién más? POEMA ENCONTRADO EN UNA HABITACIÓN ABANDONADA Mira mi corazón en pedacitos mira mis alas desplumadas mira mis ojos dormidos mira mi alma atormentada. Te amo porque pagas la renta de mi habitación, me cuidas y me bañas, me vienes a visitar todas las mañanas, por eso también te amo. Escucha mi voz debilitada, escucha mi inmunda sonrisa, escucha mis lágrimas oscuras, escucha mis manos destrozadas y el lento palpitar adentro de mi pecho. Perdóname por no soñar contigo, perdóname por malgastar el dinero que me dabas, perdóname por esconderme debajo de la cama, perdóname por hacerte el amor sólo una vez por semana, perdóname por embriagarme el día de tu cumpleaños y estropearlo tanto, perdóname por cortarme las venas. Siente mi sangre derramada, siente mi piel lacerada, siente mi saliva amarga, siente mi pecho oprimido por la angustia y por el miedo pero no me sientas solo. PÚRPURA FUGAZ ¿Sabes que percibo sabes que presiento? Sin perder el sentido te diré en secreto: Tubos que contemplo dentro de mi cuerpo. Tu voz que contemplo perdida en el viento. Tu bosque contemplo en un paisaje eterno. Grises tubos en mí mismo al borde del abismo. Dulce voz distante como arroyo susurrante. Oculto bosque espeso turbio, hostil y denso. Antes de marcharte, deja tus recuerdos en mi abierta mente, en mi vacío pecho. ¿Dónde estás cuando más te necesito? Muerta quizás, quizás muerta (Es que ella se ha ido, ¿no recuerdas?) NORMAN CORREA* AVARICIA Los brincos tintineantes de la moneda sobre el asfalto alertaron a los transeúntes algunos escondieron sus manos en los bolsillos DESTINO DE LOS SUEÑOS Cuando se exige que los sueños bajen de los árboles brotan de la alcantarilla emanando olores de belleza nauseabunda que se integran en el cuerpo y después en el poema. PRESAGIO En el gesto de amargura de la niña como si la muerte tuviera afán, se asomo la vejez. Todos somos profetas de cara arrugada. Cambio mi vida, de todos modos la llevo perdida León De Greiff Qué importa si elijo comer pastel. Estoy envuelto en el empaque y relleno de chocolate. Qué importa elegir, no hay más. El TV aún funciona en los años de ultravanguardia y desarrollo, ojalá no termine el programa. No importa elegir el canal si no hay más. El tendero habla un solo lenguaje minuto a minuto. Y no le importan los días envueltos en un mismo empaque. De mi amiga espero a que dé la vuelta para tomar un poco de su existencia trasera y devolverme el aliento y el deseo. Qué importa si me mira. Si amar significa besuquearse y manosearse entonces una mirada es una caricia de agradecimiento y cordialidad. Qué importa mi vida si todo marcha al gusto de los demás. FORMANDO FAMILIA Una copa y una palabra Una palabra y un beso Un beso y una invitación a cenar Una invitación a cenar y un matrimonio Un matrimonio y un hijo Un hijo y Un juego… Un juego por una copa. Tengo triste el vino José Manuel Arango Tengo cien pesos y un amigo. Tengo mil pesos y un mejor amigo. Diez mil pesos y un amigazo. Cien mil pesos… Tengo horror de pesos y una cuenta por cobrar. DISCOTECA Hasta en las botellas hace escándalo la música. ¡Que horrendo espectáculo las miradas en la botella! Casi todos releen “El exceso de alcohol es perjudicial para la salud” dirigiendo las orejas hacia un costado donde el ruido pierde fuerza, sólo un poco de fuerza. Hablan solitarios frente a frente: –¡No te escucho! ¿Qué dices? –Baila conmigo, no se puede ofrecer nada más. SE ACABA EL LICOR, LA MÚSICA, LA FIESTA La música después de golpear la pared llega a la botella y bebe. Bebe largamente hasta el eco y se va y yo tambaleo tras ella. El lápiz: otro dedo para acariciar el papel. Al final sólo rasguños. *Norman Correa se ha dedicado al comercio. Ha tratado de evadir el trabajo pero vuelve a él porque su estómago lo defrauda. Como dice la frase “trabaja para comer y come para trabajar”. Se sabe que el comercio atrofia las ideas pero Norman las ha guardado para desempolvarlas a su debido tiempo. Contacto: nacojar@yahoo.es |
En el blog del negacionismo el espacio está abierto de par en par como las batientes puertas de una cantina del viejo oeste americano, así que recibimos lo que ustedes consideren que podamos publicar allí, nosotros lo revisamos y decidimos si va o no... La idea es que este espacio sea de muchos para sacarle un buen provecho (y todo el que puede sacársele es que la gente vea la obra ahí expuesta) y no requiere filiación alguna con nosotros o algo por el estilo, eso sí, no vamos a poner aquello con lo que no estemos de acuerdo o no nos guste.
Ah, y no vamos a negarlo: no somos más que unos borrachos y desocupados...
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