El pasado sábado 6 de febrero de 2010 nos reunimos 3 de los 4 negacionistas originales.
NO éramos Led Zeppelin sin John Bonham, ni mucho menos. NO fue un reencuentro ansiado por los fans como el de Black Sabbath o The Police. Nos dimos abrazos pero NO tan forzados como los de Roger Waters y David Gilmour o Ritchie Blackmore y el resto de la banda.
NO fue como una lectura de Patti Smith o Bukowski en sus años de gloria callejera y mala reputación. NO fue como Ginsberg aullando su Howl en Six Gallery o Gonzalo Arango esputando una de sus proclamas nadaístas en el Café Automático, ambos leyendo en rollos de papel higiénico.
NO estábamos en el CBGB’s sino en Bardo Teatro: un bar local, ubicado en el centro de Bogotá, donde se reúne gente diversa con un mismo fin: beber.
Allí estábamos.
Otra vez, casi juntos.
De nuevo enfrentando el público (es una especie de lucha –como la de Sex Pistols en USA– cada vez que estamos en un lugar así, leyendo poesía… lo bueno fue que NO hubo necesidad de cortarse el pecho ni escupir a los asistentes, aunque en un par de casos estuvimos tentados de hacerlo).
La cosa funcionó, callamos a los que NO querían oírnos. Robamos aplausos porque NO pudimos robar cerveza… pero lo intentamos.
Por poco protagonizamos una pelea.
En fin, en fin.
Salimos de allí, luego de leer y beber, cada cual por su lado. Volvimos a ser como antes, después y siempre.
Bueno, Daniel Ángel, es uno de los 3 que estuvimos allí esa noche. También es uno de los que estuvo desde el principio.
De hecho fue gracias a él que pudimos dar un halagüeño primer paso en un curioso lugar: una fundación de ex-alumnos de uno de los colegios más antiguos y reputados del país, que parecía la casa club de un grupo de jóvenes con intereses e inquietudes comunes.
Allí nos permitieron hacer nuestras primeras incursiones en la aventura negacionista. Pasamos buenos ratos que NO duraron. Nos disgregamos y cuando el negacionismo tomó un rumbo, seguramente equivocado, ya 2 de nosotros –y por poco 3– NO estaban.
Hace un tiempo dimos su justo lugar que por supuesto será reiterado a uno de los fundadores de esto, ahora damos su merecido espacio a otro.
3 de 4
DANIEL ÁNGEL
Cuando los dientes se aflojan
y tienden a caer
y la carne trémula
tiembla al contacto sagrado
con un durazno joven,
los recuerdos buenos o malos
o en definitiva el pasado
se convierte en la metáfora de la tristeza
y los ojos plasman
guaridas de arañas.
Cuando el cabello escasea
y sobran las desesperanzas;
hay mil metros de tu piel
hasta otra piel de fibra de arroz,
eres germen fermentado del olvido.
ya lo viejo no es tan bueno.
Cuando el silencio
es el grito de auxilio que te das a ti mismo
y tus zapatos y tus vestidos
te siguen acompañando por la noche entera,
quedan los vestigios
tu alma que fue viajera,
queda la tristeza
la pena del que espera.
Y estando solo
ya no puedes cantar una canción
ya no está esa hoguera de cuerpo
que era viento
la inspiración.
CANCIÓN POR EL VERANO
Hoguera
higuera
morena
abre aquí tu piel.
Las nubes
el viento
sopla
arrastra
lo que siento
vestigios
un corazón.
Arrasa
la rastra
sucumbo
al mundo
tus ojos son
la flor son
delirio
pétalos
girasol.
Follaje
que forra
las pupilas
dora
cabezas
calvas
párpados de neón.
Morena
percibes
de mis manos
recibes
magnolias
astromelias
rosas
exaltación.
Tu rostro
montañas
pestañas
que abren
mañanas.
La luz
la alegría
tu boca
de loca
no dice
nunca
nada
acertado
tirado
luego
el dado
ni la verdad
sospechada
lo mismo
encontrada
tras los rayos
del sol.
Los dedos
trenzados
cabellos
alados
centellos
fantaseados
de mi imaginación.
Conozco
poco
tu ausencia
me aloco
estás por siempre
sumergida
en la vida
conciencia
a la ventana
que rompe
donde emana
la tierra
lejana
de la saña
y la razón.
Verano
sed
sediento
tus ojos
sudor
lágrimas
de invierno
tu vida
tus pasos
todo lo siento
tu alma
tus senos
tu sueño
y la palabra
mi vida
son.
***
Entre todo lo que hay en el mundo
he descubierto
a la desgracia en los ojos de los hombres
como una mancha
un tachón del futuro,
he descubierto
los pasos sobre el asfalto
o las heridas del corazón
arcilla que se enfría
árbol que se tuerce
como un girasol,
he descubierto
las colillas arrojadas al piso
en amaneceres eternos
de elegías baratas
sin salvación
y tragos ondulando
las bocas amargas,
he descubierto
en un rincón
a las arañas tejiendo su red implacable
para atrapar al tiempo
y devorárselo con sus fauces tristes
tan tristes son,
he descubierto
al hambre jugar
en las calles
el juego solitario de la desolación,
he descubierto
que tú también
haz dejado “algo”
en “alguna” parte
“algo” que no querías dejar
y ahora estás triste
y piensas en “ello” con melancolía
porque tienes la certeza
que nunca jamás
volverás a tenerlo,
he descubierto
que en noches como las mías
has sufrido del miedo
y del abandono y de la ausencia
y que has llorado
y padecido insufrible
la voz que habita el silencio
el cuerpo que tapa lo oscuro
las manos que siembran el frío,
he descubierto
que sospechas
que te echas al hombro tus culpas
que has querido
que el amor sea uno y no miles
y que sea también hoguera
para quemar a tus fantasmas
y he descubierto
que tú
al igual que yo
has descubierto
que este lugar tranquilo
que suele ser el tuyo
el que todos miran
el que conservamos (por la juventud, la sutil belleza)
se ha ido marchitando
se caen sus hojas
sus ramas tiemblan
y su memoria nocturna
resplandece con amargura
cuando encuentra el vacío.
***
Cuando pasa
con su vuelo gris
el tiempo todo lo cambia
se transforman las pequeñas cosas
y las grandes
se vuelcan sobre sí mismas.
Ha quedado atrás un nombre
de la mujer que quise
los cuerpos de mi familia
entre la boca de los gusanos
una casa de la que nos fuimos inevitables
a buscar bienestar y soledad
para luego
con la mirada llena de zozobra
escrutar lo que quedó en los bolsillos
y revisar con amargura
que también en el alma
nos pasaron cuenta de cobro
y no ha quedado nada
el tiempo todo lo deshizo
en sus artilugios de agua.
***
Cuando llegué a tu vida, estaba más muerto que vivo, descendí como un ave rapaz a devorarte las entrañas y la tranquilidad, pero estaba muerto, entonces todo aquello a lo que nosotros llamamos vida en un momento, se convirtió entonces en una forma de desahuciarnos, en una forma de sobrellevar la enfermedad de la vida y las veces, que fueron pocas, en que realmente sonreímos con pasión fueron una esperanza somera e inconclusa de la victoria sobre la vida. Pero como siempre caímos, enfermos, trashumantes del mundo, a una derrota contundente. Nunca me quisiste creer, somos hojas de otoño que caen indefensas a la corriente del río y nunca más podremos ser, nunca más podremos observar desde ramas distintas nuestras absurdas soledades, nunca más podremos volver a ser esos muertos ridículos que siempre fuimos.
Ahora que ha pasado el viento con sus arrabales de pesadumbre, ahora que la modernidad ha hecho del hombre una herramienta del desarrollo, te miro, pálida, llena de agujeros negros en las manos, con un cuervo pegado a los ojos y un buitre al que ahora llamas por mi nombre.
***
Caminamos bajo la lluvia
nos esperamos bajo la lluvia
y cuando nos vemos
nos besamos los rostros
con nuestras lengua húmedas,
recorremos las calles
sobre la lluvia muerta
y se nos mojan los zapatos
y parecemos dos náufragos
en esta ciudad oceánica
buscamos un café cercano
y hablamos de tus pacientes
no tan pacientes
y discutimos sobre los efectos del alcohol
y recordamos a Rocamadour
preso en el Uruguay
y a su bella madre en París
y nuestras bocas
prescinden de las palabras
para decir tantas cosas
y el café va armando
con su hedor al amor
entre el agua continental
que seguramente viene desde la India
y rebota en nuestros cuerpos barcas
que se pierden en la tormenta latinoamericana
y nos tomamos las manos
mientras tiritamos
y nos calentamos los recuerdos
de días pasados
y cantamos al oído alguna canción
y nuevamente deseo abrazarte
y bailar contigo un tango
mientras tus amigos
los médicos pasan por la Séptima
buscando algún enfermo que curar
en cambio yo
tú lo sabes
que busco algo que nadie comprende
sólo quiero abrazarte y levantarte del suelo
como si estuvieras levitando bajo la lluvia viva
y sobre la lluvia muerta
y bailar pegado a tu cuerpo
y sentir como el agua apaga mi cigarrillo
y como tus labios encienden mi vida
para luego dejarte a tu suerte
con tu vida
la que elegiste
verte caminar con un libro pesado bajo el brazo
para que sanes a tus tristes hombres
que te esperan agobiados
pero nadie sabe
que al que sanas es a mí
y la lluvia
al que salva es a mí
de no estar solo a la deriva.
***
Estoy desierto
como una casa de lenocinio en semana santa,
sólo me concurren los demonios y la sabiduría de la zozobra con calma.
Miro a mi ciudad que crece
hermosa y en desorden
como los dientes mal puestos
como los pechos de una quinceañera
como las ramas de un árbol.
A un lado de la ventana
un hombre intenta robar un pan
una limosna o una sonrisa,
al otro lado de la ventana una mujer hermosa
cree que la vida son sus ojos
y su busto adorado.
Mi ciudad también es una casa de lenocinio
donde todos perdemos nuestra virginidad moral.
Lo disfrutamos hasta el fondo
es un idilio con nuestra soledad común.
Estamos muertos de pie
y nos reducimos a existir:
nada más nos puede ocurrir.
Así están las esperanzas.
Mis amigos se han ido de la ciudad
y del país y del continente y del mundo y de la felicidad
yo nunca alcanzo a ofrecerles siquiera un oasis
una fantasía.
Pueden morir de sed
en esta ciudad rocosa
donde es más fácil conseguir una prostituta
que un amor.
Mis manos tiemblan y estoy francamente joven
quizás es el cigarrillo, su consumo en exceso
lo que yo quiero con total sinceridad
es que dios entienda que estoy inconforme
por eso le envío señales de humo ya que no atiende a mi lengua.
Bogotá
comarquita de montañas de asfalto
tus estrellas se me hacen de mentiras.
mira cómo sufro por lo que quiero
mira cómo me conmuevo en tus brazos
mira cómo miro tus senos.
Aquí estoy solo
desierto, abrumado y con llamas rojas en los ojos
mis amigos tienen hambre
y yo te escribo un poema para que sepas
que tengo miedo de ellos
que tengo miedo de ti
que tengo miedo de los pobres y de los ricos
y de las mujeres embarazadas
que no entienden que deben subirse al Transmilenio
por la puerta primera para que usen los puestos azules
y no me quiten el mío.
Lo único mío que puedo tener en la calle
ya que la vida se la debo a los buenos ladrones
que no acuchillan.
Mis amigos tienen hambre
y están tristes
más tristes que yo
y están en el infortunio porque sí viven para ser felices.
Por eso soy un desierto en medio de otro desierto.
Tengo los ojos llenos de arena y asfalto.
Tengo la nariz impregnada de diesel y de perfume barato.
Tengo la panza llena de hambre y de huecos.
Tengo los ojos rojos por la ausencia.
Cómo podría llamarse un desierto en medio de otro desierto.
Eso soy.
Un interdesierto que se alimenta de la soledad
Y de la sed
y del hambre
y de la alucinación de los otros.
Por eso me veo pequeño
porque tú eres un desierto más grande.
En el desierto no se encuentra al amor
el amor no es agua
pero lo mismo da
no se encuentra en el desierto
ni en el mío
ni en el de mi ciudad.
Mis amigos lo saben.
Yo lo sé.
No me duele saberlo.
Lo acepto como acepté mi vida
como acepté la muerte de los que quise.
Ellos se murieron de sed.
Bogotá
cierra tus ojos
un sol y una luna bastan
para ocultar tu miseria.
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